Y hablando de paz, os dejamos aquí con el permiso de su autora Teresa Hierro Vidal , alumna de 6º A de nuestro cole, un precioso relato que ha escrito , fruto de la reflexión sobre algo que vió en la tele y le impactó; el drama diario que viven millones de personas , entre ellas muchos niños, que viven en países envueltos en guerras que les ponen en peligro y de las que salen, si tienen suerte, perdiéndolo todo . Personas , niños y niñas , que lo tienen que abandonar todo y huir a otros países en busca de un lugar seguro dónde vivir una vida digna.... si les dejan. Ojalá todos los finales fueran como el de la protagonista de la historia de Teresa. No dejéis de leer este maravilloso relato.
Hola
soy Carla, vivo en Irán y esta es mi historia:
Hace
un par de años mi vida cambio por completo.
Me
levanté para ir al colegio, como cualquier día y mientras desayunaba, encendí
la televisión, no funcionaba, así que decidí apagarla.
Llegaba
tarde a clases, así que le di un abrazo a mis padres y salí corriendo, todavía con la tostada en la mano.
Llegué
al colegio, y todos se comportaban
raros, muy raros.
Pase
la mañana normal, salvo a la hora del recreo, que se escuchó un gran estruendo
y los profesores nos hicieron entrar en las clase. Todos los alumnos creíamos que no era más que algún
derrumbe, pero no era así.
Llegue
a mi casa, dispuesta a contarle a mis padres lo que había ocurrido en el
recreo, pero, por alguna razón, mi
casa y la del vecino estaban siendo vigiladas por la policía. Entré corriendo
por la valla que había puesta para ver qué había ocurrido, pero un policía me
detuvo; le expliqué que esa era mi casa y me dejó pasar. Cuando levanté la
mirada casi me desmayo, mi casa estaba en ruinas, podía observar mis juguetes
rotos, mi ropa, la comida que mi madre tenía puesta en la mesa, lo podía observar,
TODO. Entonces sentí un roce por detrás, era mi madre que con lagrimas en los
ojos pronunciaba la palabra AYUDA. Yo no podía entender nada, estaba en shock.
Después
de varios minutos observando mi casa le pregunté a mi madre qué había pasado,
pero ella, solo tartamudeaba, le di un abrazo y fui corriendo hacia la
policía. El policía me explicó que
había caído una bomba encima de mi casa y de la del vecino y que mi hermana
pequeña y mi padre estaban bajo los escombros. Me eché a llorar y el policía me
dio su mano para guiarme hacia donde estaba mi madre. Horas más tarde, encontraron el cuerpo sin vida de mi
hermana y de mi padre.
Me
derrumbé por completo y empecé a
llorar. Mi madre no expresaba su dolor con lágrimas, solo suspiraba una y otra
vez y de vez en cuando se le
escapaba una pequeña gota de sudor.
Fuimos
a un albergue donde se
hospedaban las familias que habían tenido algún tipo de desgracia y que no
tenían recursos para seguir adelante. Era un especie de albergue donde solo
habían dos o tres camas con sábanas un poco asquerosas a la vista, pero al
menos teníamos un hogar donde refugiarnos. La única comida que había era sopa
de verduras, no me podía quejar, estaba rica. Había una televisión en blanco y
negro para al menos 100 personas , pero nunca me aburría porque hice muy buenos amigos allí, aún
recuerdo a Sala, a Racha...
Un
día los mayores pusieron las noticias y vimos como Irán estaba siendo evacuada
, pensé que pronto nos evacuarían a nosotros, no me quería ir de allí, era lo
único que teníamos, solo eso y nada más, no me quería imaginar donde nos
llevarían.
Nos
evacuaron exactamente el 18 de marzo a las 14:28.Mientras salía del albergue
podía escuchar los llantos de niños, los sollozos de padres suplicando que les
dejaran allí. Yo no quería marcharme y al parecer mi madre tampoco, su
cara estaba apagada , sin luz, aún
llevaba su sonrisa tapada con el pañuelo. No me quería imaginar lo que tendría
que estar pasando por su cabeza.
Nos
enviaron a un lugar frío, oscuro como la noche pero a la vez cálido como el
sol. Tenía varias tiendas de
campaña de color marrón. En el interior de éstas había unas tres mantas de
tela, de un color cada una , también había una caja de cartón con unas almohadas de algodón dentro.
Los
primeros días allí fueron duros,
no conocíamos aquella zona, pero al fin de cuentas nos teníamos que
acostumbrar.
Pasaron
días, tal vez semanas y todo fue mejor. Cada noche hacíamos una fogata en el
centro del terreno y comíamos pescado que nosotros mismos habíamos pescado,
también hicimos varios pozos para coger agua, con unos filtradores que habíamos
hecho con redes de pescar. Todo iba perfectamente y el aspecto de mamá cada día
iba mejorando.
Cada
vez me gustaba más estar en aquel lugar . De vez en cuando la policía vigilaba
por allí y a veces hacían evacuaciones de prueba, para ver como actuaríamos si
cayera una bomba.
Un
día nos llego una carta, era de mi abuela Alma, que vive en España, nos
preguntaba cómo estábamos, qué tal nos iba... Pero nos contó que desde España estaban vendiendo
armas ilegales a Irán.
Me
entro un pequeño escalofrío que solo duró un par de segundos ¿Por qué estaban
haciendo eso? ¿Qué pretendían? Decidí dejar de leer la carta y dejé a mi madre en la tienda de campaña leyéndola, estuve toda la
tarde pensando en qué podía pasar si la venta de armas seguía adelante, nos
podrían atacar e incluso asesinar.
Apenas
un año después ,mi madre decidió que iría a buscarse trabajo, le dije a mamá
que eso no era una buen idea, pero no le convencí , me dijo que me quedara en el campo de refugiados y que cuando
ella tuviera el dinero suficiente vendría a buscarme y nos iríamos juntas a
España en busca de una vida mejor. Mamá se marchó y yo me quede allí, esperando
a que ella llegara.
Al
cabo de un par de meses llegó mi madre con dos pequeñas mochilas en su mano,
estaba feliz o al menos eso parecía.
Entró
corriendo y le di un fuerte abrazo, la había echado muchísimo de menos. Me
contó que había conseguido trabajo puliendo zapatos y que había ahorrado para
un par de maletas y que se había
puesto en contacto con la abuela para que nos recogiera. Metí mis pertenencias
en la mochila rápidamente, no quería irme de allí pero teníamos la oportunidad
de una vida mejor y eso no lo iba a desperdiciar. Cogí un papel y un lápiz y le
escribí una carta a la abuela con la
letra más bonita que podía hacer. Le escribí lo siguiente:
Querida
abuela Alma,
Mama
ha conseguido trabajo puliendo zapatos y ha podido ahorrar para un par de
mochilas, queríamos pedirte que nos recogieras en las vías del ferrocarril de
la ciudad de Isfahán, para poder irnos a ESPAÑA y vivir todos juntos.
BESOS:
CARLA.
La
carta tardaría mucho en llegar y luego volver a recibir la respuesta, lo mínimo
que podía tardar era dos meses de ida y otros dos de vuelta .
Mamá
estaba orgullosa, quería lo mejor para mi y por fin lo iba a conseguir. Yo me
sentía esperanzada pero a la vez triste, iba a marcharme del país en el que
nací y crecí.
Al
cabo de unos 5 meses nos llegó una
carta de mi abuela, pero antes de abrirla decidí que esperaría unas horas hasta
que llegara mi madre. Pero ella llegó cansada y un poco aturdida ya que un
cliente le había pegado una patada por no hacer bien su trabajo, le di un paño
caliente y le preparé un vaso de agua con un poco de azúcar, seguro que eso le
sentaría mucho mejor. Le conté lo de la carta y creyó oportuno que teníamos que
leerla cuanto antes. Mientras leíamos, a mi madre se le dibujaba una gran
sonrisa en su cara. La carta explicaba qué día vendría a recogernos, a qué
hora, y dónde nos alojaríamos, además nos relató otros temas de actualidad.
Pasaron
unas 6 semanas y llegó el tan ansiado día, nos marcharíamos de allí a las
15:50, todo estaba planeado, avisamos a las autoridades, sacamos le billete de
tren, recogimos nuestras cosas, nos despedimos de nuestros amigos...
Mientras esperábamos en la
estación, ví cómo la puerta se
abría, durante unos segundos solo pude ver una silueta pero al cabo de poco pude
divisar que era… era la abuela Alma. Corrí a abrazarla y mamá me siguió. Hacía
años que no la veía, nos dimos muchos besos, abrazos... Después de dos horas de
larga espera vimos cómo el ferrocarril se acercaba a nuestra parada ¡POR FIN
NOS ÍBAMOS! El corazón me latía a
1000 por hora, entonces se abrieron las puertas del tren, los sillones eran de
color azul y con una especie de toalla arriba donde ponía el nombre del tren,
era muy cómodo.Llegó un hombre con
un traje de chaqueta azul y un gorro con un línea amarilla, llevaba en su mano
una máquina donde metía los billetes, le di mi billete, mi madre le
dio el suyo y mi abuela el suyo.
El
viaje en el tren se me hizo muy largo y eso que apenas fueron tres horas, supongo que fue
porque nuca me monté en un tren.Fue una sensación muy extraña.
El
tren paró en Cádiz, y nos montamos en un barco hasta llegar a El Puerto de
Santa María, donde vivía mi abuela. Era un pueblo precioso, tenía unos parques
muy frondosos unas casas pintadas tan blancas como la nieve .La casa de mi
abuela Alma era grande ,pintada de blanco y con una gran puerta de madera,
tenía un gran salón y una amplia y
fresca cocina. Mi dormitorio era gigante y con una comodísima cama, las paredes
estaban pintadas de rosa claro y tenían varas fotos de cuando yo era pequeña.
Se notaba que la abuela había hecho que todo fuera perfecto. Mamá se quitó el
pañuelo y se puso un chándal para
estar más cómoda.
La
comida estaba riquísima, seguro que la abuela la había hecho con mucho amor,
era bacalao con patatas y de postre una macedonia de kiwis, plátanos, fresa y
un poco de melocotón. De cenar había una ensalada de lechuga con tomate y
huevo, Dormí súper bien, el colchón era blandito y las sábanas eran muy
calentitas , en resumen mi vida no podía ir mejor.
Mi
madre me apuntó al colegio que está cerca de mi casa, en el colegio me costó adaptarme, pero luego hice muy buenas
amigas y amigos. Nadie me excluía por mi raza ni mi forma de ser, como yo
creía. Sacaba muy buenas notas y todos los profesores tenían muy buenas
referencias sobre mí, por eso mi familia estaba muy contenta conmigo.
En
casa todo era perfecto, mamá encontró trabajo de enfermera y la abuela cuidaba
de mí todas las tardes. A veces la abuela Alma y yo íbamos al parque a
pasear y observar los animales. Mi
madre llegaba a veces muy tarde y por eso casi siempre yo ya estaba acostada,
aún así , ella subía y me daba un beso en la frente.
En
mi cumpleaños me regalaron un cuaderno donde podía escribir mis aventuras .No
se me ocurría qué escribir, y mis amigas me dijeron que podía escribir todo
lo vivido desde que cayó la bomba
en mi casa hasta ahora. Y es por eso que ahora mismo estás leyendo esta
historia con trágico principio y final feliz.
Fin
Precioso, tan triste como real es la vida misma.
ResponderEliminarGracias por compartir una vivencia tan fuerte y para que valoremos la obligación de ayudar a toda persona que está sufriendo en tiempos de guerra, sin excusas.
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